miércoles, 17 de noviembre de 2010

Fantasmas Reales.

Fantasmas.

Ahí estaba yo, con un libro en las manos, en la ruta 88, rumbo a mi trabajo. en el transporte colectivo, ahí donde se mezclan las frustraciones, el ruido, las alegrías, las tristezas y las ansiedades. Estaba absorto en la lectura. No sé en que momento ella subió. La había visto antes, en otros buses. Muchas veces. “Me ven ustedes sana por fuera, pero un maligno tumor en la boca del estómago…”. Ya sabía lo que iba a decir, era verdad lo que decía, pero no todos ponían atención. Ya imaginaba los pensamientos. “Voy a llegar tarde…” “otra vez ésta mujer “. Intente poner atención, pero la costumbre de oír tantos que suben a los buses con ese discurso muchas veces ensayado, el mismo un día tras otro. “Si les pido no es para mí, es para mis hijos”. Seguí en la lectura de mi libro. Entonces por unos segundos ella desapareció. Yo la desaparecí, en mi mente, ella no estaba ahí. La suprimí de cada uno de mis sentidos. Me di cuenta que yo la convertía en un fantasma. Pasó a mi lado y a duras penas logré sentir que pasaba a mi lado. Arrastrando sus ruinosos pies y sus desgastadas sandalias y su flaco cuerpo de muerta en vida. Pero decidí mirara a otro lado. No entendí como se podía acostumbrar a pedir, aun a sabiendas que muchas veces nadie le daría nada. Vi a los otros pasajeros que estaban alrededor de mí, y todos iban absortos en sus propias cosas, como yo en mi libro. Entonces supe que habitamos en un país de fantasmas.

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