jueves, 13 de junio de 2013

Ayer a la 1:45 pm...



Ahí estaba. En la parada de buses dispuesto a tomar el colectivo hacia mi trabajo. Bajo el brazo un libro de buen tamaño me acompañaba. ‘Carpe diem’ me dije. EL bus se acercó. Subí, miré a todos lados buscando un buen asiento. Nada. ‘Hoy ni modo’. Ahí iba de pie en el autobús con un conductor con síntomas de suicida. La gente me empezó a ver de pies a cabeza. Yo era un desorden completo. Una camisa holgada, jeans y tenis de los cuales uno tenía un hoyo que se notaba a mil kilómetros de distancia, quizás, pensé, tenía pinta de drogadicto regenerado (¿les mencioné el pelo largo y alborotado?) De pronto la ventana se iluminó, un rayo de luz me cubrió completamente y pues Siddhartha al momento de su iluminación no era nada. Empecé a hablar, de la existencia del ser y sus crisis existenciales, de la etiología del sufrimiento humano, la visión ontológica del ser humano, de la salvación del ser a través de la aniquilación del ego y por qué siempre que se nos cae una rebanada de pan con mantequilla cae del lado de la mantequilla. Todos empezaron a escucharme a juntarse rededor mío, me escuchaban como un verdadero profeta. ‘No dejen que le tiempo los posea, ustedes posean al tiempo; no dejen que nada los angustie; sigan sus sueños y no dejen que nada los detenga’. Todos los pasajeros me miraban alelados, casi de rodillas, cuando de pronto: ‘¡Vaya los del centro!‘Aquí me quedo señores y señoras, gracias por su atención, pero voy tarde para el trabajo, me come el tiempo y tengo demasiado trabajo pendiente’.

No hay comentarios:

Publicar un comentario