Y Al Final de Cuentas
apollinaire me dijo merde
y yo le dije fuck you
y le soné americano
me tomé una taza de café y fui a ver
un partido entre fascistas
y aguiluchos
oriné en la cabeza de Pizza Puch
y solo alcanzó a ladrarme
y se puso a llorar como gato
vi las paredes llenas de mierda
tras la catedral
y me recordó
que este país es así
esconde la mierda atrás
ahí donde no se ve
y luego de platicar con un escritor
de luces negras y fantasmas neuróticos
me encontré con la fortuna
de barriles en hoyos
corrí en mi Patricia Ernesta
(pati-neta)
y vi a los ojos de un elefante viajero
y como revelación ultradivina
me dijo que Manyula resucitaría
al cuarto día
lo putié
y me di cuenta que Juaquín Sabina
vendía cervezas y cocteles de conchas
y llegó Arjona decirnos que era mejor
un mundo al revés
que el revés del mundo
y que Jesús aun siendo verbo
suena mejor como sustantivo
yo le dije que fuera al Triangulo
y que consiguiera una puta
me fui
me encuentro con platón y
le grito que de una vez por todas
debería saber algo
veo a Kant
y le pregunto de cual fuma
y me recomienda punto rojo
además me dice que Dalí y Picasso
siembran de la buena
Jesús me dice que pronto viene
pero que tantas peticiones lo
están retrasando
a Neruda mejor lo mando a dormir
y el me dice que tiritan azules los astros
y yo le digo que mejor
les de calor
le rasco la cabeza y se duerme
voy a ver las palomas que llegan
a la catedral de santa Ana
y las asesino una por una
y me hago unas alas
y vuelo de nuevo a la realidad
y en ese momento despierto.
viernes, 19 de noviembre de 2010
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Fantasmas Reales.
Fantasmas.
Ahí estaba yo, con un libro en las manos, en la ruta 88, rumbo a mi trabajo. en el transporte colectivo, ahí donde se mezclan las frustraciones, el ruido, las alegrías, las tristezas y las ansiedades. Estaba absorto en la lectura. No sé en que momento ella subió. La había visto antes, en otros buses. Muchas veces. “Me ven ustedes sana por fuera, pero un maligno tumor en la boca del estómago…”. Ya sabía lo que iba a decir, era verdad lo que decía, pero no todos ponían atención. Ya imaginaba los pensamientos. “Voy a llegar tarde…” “otra vez ésta mujer “. Intente poner atención, pero la costumbre de oír tantos que suben a los buses con ese discurso muchas veces ensayado, el mismo un día tras otro. “Si les pido no es para mí, es para mis hijos”. Seguí en la lectura de mi libro. Entonces por unos segundos ella desapareció. Yo la desaparecí, en mi mente, ella no estaba ahí. La suprimí de cada uno de mis sentidos. Me di cuenta que yo la convertía en un fantasma. Pasó a mi lado y a duras penas logré sentir que pasaba a mi lado. Arrastrando sus ruinosos pies y sus desgastadas sandalias y su flaco cuerpo de muerta en vida. Pero decidí mirara a otro lado. No entendí como se podía acostumbrar a pedir, aun a sabiendas que muchas veces nadie le daría nada. Vi a los otros pasajeros que estaban alrededor de mí, y todos iban absortos en sus propias cosas, como yo en mi libro. Entonces supe que habitamos en un país de fantasmas.
Ahí estaba yo, con un libro en las manos, en la ruta 88, rumbo a mi trabajo. en el transporte colectivo, ahí donde se mezclan las frustraciones, el ruido, las alegrías, las tristezas y las ansiedades. Estaba absorto en la lectura. No sé en que momento ella subió. La había visto antes, en otros buses. Muchas veces. “Me ven ustedes sana por fuera, pero un maligno tumor en la boca del estómago…”. Ya sabía lo que iba a decir, era verdad lo que decía, pero no todos ponían atención. Ya imaginaba los pensamientos. “Voy a llegar tarde…” “otra vez ésta mujer “. Intente poner atención, pero la costumbre de oír tantos que suben a los buses con ese discurso muchas veces ensayado, el mismo un día tras otro. “Si les pido no es para mí, es para mis hijos”. Seguí en la lectura de mi libro. Entonces por unos segundos ella desapareció. Yo la desaparecí, en mi mente, ella no estaba ahí. La suprimí de cada uno de mis sentidos. Me di cuenta que yo la convertía en un fantasma. Pasó a mi lado y a duras penas logré sentir que pasaba a mi lado. Arrastrando sus ruinosos pies y sus desgastadas sandalias y su flaco cuerpo de muerta en vida. Pero decidí mirara a otro lado. No entendí como se podía acostumbrar a pedir, aun a sabiendas que muchas veces nadie le daría nada. Vi a los otros pasajeros que estaban alrededor de mí, y todos iban absortos en sus propias cosas, como yo en mi libro. Entonces supe que habitamos en un país de fantasmas.
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