La bailarina dulcemente se desliza
en las calaveras desenterradas
de los olvidos inoportunos
con la rosácea música que
va develando los cargadores
de los ángeles caídos,
una hoja salta sobre
las aguas tormentosas de los charcos
dejados por los rocíos de estrellas fusiladas,
los ocho reyes del mar
no permiten el contacto con la sudorosa grama
y las virginales auroras que se prostituyen
con el horizonte
rezaron para que las tierras perdidas
no fueran encontradas
luego, las luces del cielo lloraron
allende de los astros
para que las guerras de la paz
no fueran las hipócritas
escrituras del futuro.